El miedo del uribismo
Por: Pierre Edinsson Díaz Pomar
El uribismo es una política deforme. Aunque sus gobiernos antecesores no se caracterizaron por ejecutar un proyecto político democrático, desde fines de 1990 Colombia ha vivido la peor pesadilla gubernamental de su historia republicana.
Si los gobiernos ideológicamente conservadores trabajaron a favor del sistema hacendatario, y si los liberales ejecutaron la política en beneficio de los industriales, el uribismo es el proyecto proyecto político del narcotráfico, el paramilitarismo, los hacendados y los grandes capitales y extranjeros que han tenido como objetivo principal el beneficio particular sin importar el precio que se deba pagar para la consecución de dicho cometido.
La historia del uribismo inició en los mismos años en los que el narcotráfico empezó a caminar con paso firme, o lo que es lo mismo, el narcotráfico tiene los mismos años que tiene el uribismo. Aunque Álvaro Uribe Vélez logró ser presidente en el año 2002, su carrera política comenzó en la década de 1980, años en los que Colombia pasó de ser un país rural golpeado por la guerra bipartidista, a convertirse en el mayor producto de cocaína del mundo.
Pablo Escobar, Carlos Lehder, Gonzalo Rodríguez Gacha, los hermanos Rodríguez Orejuela, el cartel de Cali y el cartel de Medellín se convirtieron en protagonistas de la pesadilla histórica que el país vive desde entonces.
Estos carteles, especialmente el de Medellín, conocían perfectamente quién era Álvaro Uribe Vélez.
Hijo de Alberto Uribe Sierra, hacendado antioqueño acusado de nexos con el narcotráfico, a los 24 años de edad trabajó en las empresas públicas de Medellín, luego ejerció como secretario del ministerio de trabajo y entre 1980-1982 fue director de la Aeronáutica civil, cargo clave en el desarrollo del narcotráfico porque le otorgó licencias de aviones, helicópteros y pistas para el transporte de la cocaína. El paso por la Aeronáutica acrecentó la fama de Uribe Vélez y desde entonces los narcotraficantes no dudaron en promover su nombre en el mundo de la política nacional.
Entre más poder ganaba el narcotráfico, Uribe Vélez acrecentaba su capital político. Luego de su dirección de la Aeronáutica Civil, fue designado miembro ejecutivo de Confirmesa, empresa de la que era socio el primo de Pablo Escobar y de José Obdulio Gaviria,[1] y de la que se confirmó que estaba dedicada a lavar dinero del narcotráfico.
De su paso por Confirmesa, Uribe Vélez fue alcalde de Medellín, cargo que desempeñó por tres meses porque el mismísimo presidente de la república presionó al gobernador de Antioquia por serias sospechas de nexos del burgomaestre con el cartel de su ciudad.[2]
Posteriormente fue concejal, senador, gobernador del Departamento de Antioquia, Presidente entre los años 2002-2010 y en la actualidad es senador de la República.
El uribismo tiene dos etapas. La primera va desde el año 1980 hasta el 2002 en la que con el narcotráfico y el paramilitarismo ejerció poder local expropiando a pequeños campesinos, asesinando a líderes sociales y corrompiendo alcaldías municipales e instituciones departamentales. La segunda etapa va desde el año 2002 hasta la actualidad en la que desde las grandes instituciones estatales ha legislado y ejecutado políticas ratificadoras del proyecto narcopolítico desarrollado en la primera etapa de su historia.
En síntesis: la primera etapa es el periodo de ilegalidad ejercida desde abajo, y la segunda etapa es la conquista desde arriba para desde el aparato estatal legalizar el poder y la política ilegal producidas en la primera etapa de su historia.
Aunque desde el año 2002 siempre han existido sectores sociales disidentes y denuncias de los delitos cometidos por el Uribe Vélez, el control del aparato estatal y de la mayoría de los medios masivos de comunicación le permitió al uribismo ganar legalidad y también legitimidad, ocasionando que altos funcionarios/as del Estado y un amplio sector poblacional apoyara este proyecto político.
En el año 2005 Vicente Castaño, jefe máximo de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) afirmó que el paramilitarismo controlaba el 35% del Congreso colombiano y que para las siguientes elecciones aumentaría el porcentaje. En el año 2006 Álvaro Uribe fue reelecto Presidente, obtuvo mayorías en el Congreso y su popularidad estaba por encima del 70%.
Como Uribe Vélez no tenía derecho a nueva reelección, le apostó a Juan Manuel Santos, su ministro de defensa que gracias a la maquinaria uribista en el año 2010 fue designado Presidente. Curiosamente, Santos estableció una distancia política fundamental con su mentor cuando decidió iniciar las negociaciones de paz con la guerrilla de las FARC.
Para las elecciones presidenciales del año 2014 la pugna se dio entre quienes apoyaban las negociaciones de paz y quienes firmes al uribismo le apostaban a derrotar militarmente a dicha guerrilla, ganó la primera opción y desde ese entonces Álvaro Uribe y sus seguidores/as se dedicaron a hacer trizas el acuerdo de paz firmado en noviembre de 2016 en la ciudad de la Habana y se comprometieron a defender el proyecto político que venían ejecutando por más de treinta años.
Iván Duque Márquez asumió la presidencia de la República en agosto de 2018 y si bien ha cumplido a cabalidad con el proyecto uribista, lo que significa que una vez más el país va bastante mal, es evidente que cada día que pasa el uribismo pierde adeptos/as porque crece entre la ciudadanía la molestia y el desencanto con el proyecto narcopolítico.
Entre las razones de este desencanto generalizado están las verdades que salieron a flote gracias a la negociación de La Paz con las Farc, el crecimiento de medios de comunicación independientes y la producción de contenidos críticos por parte la ciudadanía y de las organizaciones sociales.
Que el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC se sentaran a negociar la paz permitió que el país accediera a información vetada desde principios del siglo XXI. Aunque el uribismo promovió las argucias de que la firma de la paz entregaría el país a las Farc y al castrochavismo, expropiaría a todo el mundo y obligaría a que niñas y niños fueran convertidos en gays y lesbianas por la ideología de género, el cese al fuego permitió que la agenda informativa ya no tuviera a la guerra como protagonista, e incidió en que un amplio sector poblacional comprendiera que la guerrilla no era el el único causante de los problemas de Colombia sino que la corrupción, el genocidio, la expropiación y el narcoparamilitarismo eran hechos que involucraban a los enemigos/as de la paz. Pese a que en el plebiscito por la paz ganó el no, para entonces el uribismo ya no era la fuerza omnipotente de principios del siglo XXI.
A pesar de que en las últimas elecciones presidenciales el uribismo demostró que la mayoría votante lo acompañaba, en la presidencia de Duque la popularidad uribista ha mermado. Sin duda alguna, la aparición de las redes sociales y el acceso a nuevos dispositivos tecnológicos han permitido que los delitos históricamente cometidos por el uribismo, sean grabados y compartidos virtualmente en tiempo real poniendo en entredicho la palabra del gobierno.
Gracias a que la ciudadanía y las diversas organizaciones sociales del país han informado y compartido instantáneamente versiones de los hechos, pruebas de lo sucedido, así como videos de las manifestaciones y las acciones de personas y poblaciones afectadas por agentes del Estado, en los últimos años el país se ha enterado de que el paramilitarismo sigue existiendo, también supo que un testigo clave del escándalo de Odebrecht fue asesinado por Cianuro, se enteró de que el narcotráfico financió a Iván Duque y ha comprobado que en el tiempo del covid19 el presidente ha priorizado a los banqueros y grandes capitales por encima de la salud y la vida de la gente.
Gracias a la producción y difusión masiva de los relatos, las acciones, las movilizaciones y las denuncias ciudadanas y de las organizaciones sociales, en los últimos meses el país ha podido confirmar que Francisco Barbosa no es el fiscal general de la nación sino que es un funcionario que encubre al uribismo, ha corroborado que la vicepresidenta tiene nexos con narcotraficantes, tiene pleno conocimiento de que diariamente son asesinados líderes sociales y sabe que campesinos y jóvenes afro han sido tratados por el ejército como delincuentes.
Por este trabajo informativo alternativo, la semana pasada el país supo que siete soldados uniformados y armados violaron a una niña Embera de 12 años. Es decir: el trabajo de comunicación crítica ha permitido que se conozca el país omitido en el discurso del gobierno nacional.
Alguien podría pensar que más que las verdades expuestas gracias a la negociación y la nueva información que desmiente al gobierno, es el cinismo del presidente Duque y de su gabinete el causante de la indignación ciudadana contra el actual gobierno del uribismo.
Sin embargo, revisar la historia del uribismo implica encontrar que el cinismo ha sido su característica constante: como jefe de la Aeronáutica Civil Uribe Vélez otorgó licencias para narcotraficantes; como gobernador de Antioquia puso en marcha las Convivir, empresas de seguridad controladas por los paramilitares; como Presidente aprobó Orión, la operación militar conjunta entre militares, policías y paramilitares que detuvo, asesinó, torturó y desapareció a población de la Comuna 13 en Medellín; y más tarde, en el 2004, dio el aval para que Salvatore Mancuso, Ernesto Báez y Ramón Isaza, tres de los jefes máximos de las AUC, estuvieran en el Congreso de la República defendiendo públicamente su proyecto criminal.
Ante los hechos, es claro que el uribismo es un proyecto cínico y en ese sentido Iván Duque no ha innovado en este aspecto sino que él es un convencido continuador del talante característico de su mentor y de su partido político.
A su vez, se podría argumentar que cuando Uribe fue presidente la población colombiana tuvo conocimiento de lo que el Presidente estaba haciendo. Y, en efecto, el país se enteró de estos y más hechos. No obstante, a diferencia de ahora que existen más medios de comunicación independientes y ha crecido la capacidad de divulgar la información, en ese entonces las acciones del uribismo fueron presentadas reiteradamente en los medios masivos como logros de un gobierno democrático, lo que incidió en que por un lado las voces críticas que revelaban las atrocidades cometidas por el gobierno uribista fueran perseguidas y estigmatizadas al ser señaladas como falsas y subversivas, y por el otro repercutió en que buena parte de la población colombiana creyera en la versión de los hechos presentada por el gobierno nacional.
En su historia el uribismo nunca estuvo tan fisurado como en los últimos dos años. El acceso a la información producida por la ciudadanía, las organizaciones sociales y los medios de comunicación independientes, ha puesto en evidencia que el gobierno nacional, sus medios de comunicación y sus periodistas mienten.
Aunque en 40 años de historia el uribismo construyó un aparato de legalidad que le permitió actuar en contravía de los intereses populares, en este momento buena parte de su legitimidad está por el piso, poniendo en crisis la estabilidad con la que estuvo gobernando. La unidad que a través de la guerra y la ilegalidad el uribismo construyó en las últimas décadas, ahora es una ilusión agrietada gracias a la información y la comunicación crítica que difundida masivamente ha permitido conocer y compartir la indignación ciudadana.
La sociedad colombiana está dando un paso histórico pues ha empezado a poner en común historias y sucesos que permanecían en las memorias fragmentadas. El camino hacia la democracia nunca ha sido sencillo, más aún cuando el miedo y el terror han silenciado a buena parte del país; sin embargo, es importante constatar que en Colombia cada vez es más la gente dispuesta a desandar el trayecto de la muerte trazado por las/os amigos de la guerra.
Ante la crisis generada por la comunicación social y las acciones y manifestaciones ciudadanas, el uribismo está desesperado porque lo acecha a pasos agigantados la verdad que lo descubre como el autor material e intelectual de las grandes atrocidades acontecidas en la historia reciente de Colombia.
Lo que debería venir es la acción decidida por religar, por juntar las fracciones para de esa manera descomponer de manera definitiva la unidad antidemocrática uribista. El covid-19 desmanteló las movilizaciones callejeras pero acrecentó el enfado popular. Veremos entonces si la sociedad colombiana ya está dispuesta a definir autónomamente la dirección de su historia.